domingo, 26 de octubre de 2008

Ser de izquierdas y no morir en el intento

Me hace mucha gracia que, cuando escribí la anterior entrada y me confesase de izquierdas -a partir de esa idea del neoprogresismo de la que tendremos que hablar en posteriores entradas-, recibiese varios comentarios de conocidos: "eh tío, que por fin te has pasado al PSOE, si es que ya sabía yo que eras un rojillo". Similares y demás que, realmente me dejaban callado, sin saber qué decir. ¿A tal grado de dogmatización hemos llegado?

Surgen muchos malentendidos, muchos dogmas a partir de un momento en el que te declaras "de izquierdas". Parece que hayas de asumir que "las derechas" quieren robarte más y más, que "el centro" no existe y que son derechistas camuflados y que, por supuesto, tus gurús ideológicos hayan de ser los de la ambigüedad, el 'buenismo' y los de lo políticamente correcto. Parece que, al ser de izquierdas, tengas que asumir que 'la paridad' es obligada, que la Historia está para ser reescrita a mayor gloria de la simpatía y la sonrisa fácil. En definitiva, tienes que asumir que tus gurús culturales son el Gremio de Actores de este país, que tu referente económico es cualquiera que le pique a EEUU en sus partes y que, por supuesto, tu argumentación debe ceñirse a la verborrea.

Sin embargo, ser "de izquierdas" es algo más allá de eso. No hablo, evidentemente, de la 'extrema izquierda' -commies, anarquistas, elementos varios- pero sí de esa tendencia emocional de las personas a preocuparse por los problemas de su alrededor, analizarlos y buscar una solución innovadora al problema. Me refiero al ser progresista, racional, pragmático y realista. Para los que piensen que esto es incompatible con cualquier principio del liberalismo recomiendo leer a Adam Smith y su 'Teoría de los sentimientos morales'. La gran obra desconocida de Smith y que constituye base fundamental de su teoría práctica del liberalismo, base de pensadores como Stuart Mill que, en ningún caso, se asemejan a posibles teorías socialistas utópicas contemporáneas a la época.

Ser de izquierdas implica esa racionalidad, esa búsqueda de progreso en el análisis de nuevas teorías a los problemas políticos que tienen las sociedades modernas. Ser de izquierdas supone una aceptación realista de la situación en la que vivimos. Ser de izquierdas, supone, en definitiva, poseer capacidad crítica suficiente como para desmarcarse de dogmas impuestos por instituciones -físicas o abstractas- en nuestra mentalidad, indistintamente de que sea a favor o en contra del sistema en el que nos movemos.

Yo, que me considero un firme defensor del capitalismo, del liberalismo y del libre mercado; soy de izquierdas. Porque considero que, con la crítica y el raciocinio podemos llegar a mejorar este mundo que tenemos entre manos. Las deformaciones del conservadurismo, anquilosado en la mayor parte del sur de Europa en las élites oligárquicas, impiden el pleno desarrollo de ese liberalismo esbozado por Smith no sólo en su archiconocida obra, 'La Riqueza de las Naciones' sino en la ya mencionada 'Teoría de los Sentimientos'. Desarrollada posteriormente por pensadores como Malthus -importantísimo-, Ricardo -fundamental para la teoría económica clásica- y, de forma quizás más filosófica pero también aplicada, por Stuart Mill. Sin embargo, no pretendo convertir esto en una entrada laudatoria de los clásicos liberales.

La cuestión era disertar sobre la situación de la izquierda racional en este país. Tan en boga y tan en declive a la vez, viéndose erróneamente identificada por el partido de los ladrones, los demagogos y la verborrea populista: el PSOE. Y es que ser de izquierdas no es un dogma, no es aceptar, como decía antes, preceptos fundamentales que deban guiar tu existencia en todos y cada uno de los aspectos de tu vida. Ser de izquierdas es una actitud, una actitud crítica y constructiva para con los que te rodean y para con la sociedad. Es ser abierto, tolerante y severo a la vez, tener los pies en la tierra y saber aplicar las soluciones adecuadas a los problemas adecuados.

Ser de izquierdas es, en suma, la capacidad que poseemos los seres humanos para olvidarnos del discurso fácil del antisistema decimonónico, para abjurar de las justificaciones sobrenaturales de la sociedad, para rechazar a aquellos que pretenden sembrar el pesimismo por toda la sociedad y cubrirla de un manto de grisácea indiferencia.

Como decía Churchill: 'Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad'.

Buenas tardes.

2 comentarios:

Miguel dijo...

Siento decirte que hasta donde yo sabía, tradicionalmente el "ser de izquierdas" implicaba, entre otros aspectos, la propiedad colectiva. Y si la memoria no me juega una mala pasada a estas horas cambiadas, el Capitalismo (del que te sigues considerando fiel) no se lleva demasiado bien con "ser de izquierdas". Hay alguna cosilla más de la que se podría seguir hablando.
En cualquier caso, está muy bien este nuevo horizonte, aunque sólo fuse una postura meramente teórica.
Saludos, Miguel

tekakwitha dijo...

Para mí un gran problema de la izquierda ha sido, precisamente, quedarse en esa indefinición, esos valores que progresistas o no, se quedaban en meras intenciones.

Es interesente ver que muchos de los logros que se han sucedido, a nivel laboral y social, se deben a la acción de una izquierda con posicionamientos sino antisistema, muy escorados.

Pero, además, es cosa de tirar del hilo y se va descubriendo que muchos principios de la izquierda tambalean mientras el capitalismo se presente con tanta fuerza.

Con izquierda hablamos de justicia y de qué clase de justica podemos hablar si quien más dinero tiene puede absolverse pagando, puede pagar mejor asesoría jurídica. Si una empresa puede contratar a niños en Asia sin que eso tenga mayores repercusiones, si podemos asentir ante guerras o los, por ejemplo, más de 200 actos terroristas reconocidos por los EEUU contra Cuba, de las detenciones en nombre del antiterrorismo.

Cuando el control político está practicamente dirigido por los órganos económicos. A través de unos medios de comunicación se difunde una información que responde a los intereses de los empresarios que los poseen y sus socios comerciales. No existe la censura no, como diría Carlos Fernández Liria, es que no hay más censura que el paro.

Por otra parte, es curiosa la contradicción que se genera, pues el hecho de tener determinadas posiciones políticas, aunque sean antisistema, supone un efecto producente a la economía, me explico, está muy bien que los que nos denominamos marxistas o reivindicamos la dignidad del que cree en otro sistema, estamos consumiendo y creando a su vez, un pequeño mercado, tenemos internet para hablar en paginas como Rebelión, muchos incluso visten de una manera, compramos unos libros, pero todo entrando dentro del propio sistema, siendo productivos. Claro está que ya hay radios, televisiones, fútbol, periodicos, películas y series para orientar la opinión general hacia un rumbo determinado, nosotros, los que creemos ser insurrectos, estamos en nuestro círculo cerrado, consumiendo y contribuyendo, creyendo que hacemos algo.

Y es que el poder político se resume a votos cada 4 años a partidos, que por cierto tienen toda clase de presiones, tanto ilegales, maletines sospechosos en ciertos despachos. Como legales, un estado sin capacidad para producir no puede dictar unas normas que retraigan a las empresas de invertir en ese país y por supuesto, no existen organismos supranacionales convincentes que tengan poder político para poder acordar una serie de medidas que aseguren el compromiso social de un estado. Un gran problema en los países más pobres, pues si quieren tener industrias, deben emplear a niños, deben estar dispuestos a malas condiciones o sencillamente esas empresas se irán a otros países.

Por último, si la izquierda habla de dignidad y tiene en cuenta al ser humano como algo más, el capitalismo valora estrictamente a las personas como compradores y trabajadores.