lunes, 27 de octubre de 2008

Idiosincrasia española (I): La huelga

Es cierto, el título del post parece el de algún ensayo antropológico de millones de páginas que hacen los sociólogos y los antropólogos para que sean leídos por otros sociólogos y otros antropólogos. Pero no. Lo cierto es que hoy comenzaba a desvariar mientras mojaba la galleta en el café y luego el desvarío alcanzaba su cénit en Literatura. El detonante: la voz -odiada- de Carles Francino hablando sobre el conflicto de la Nissan y amplificado por la incapacidad lectora de Carlos Elordi -¿cuándo enseñarán a ese señor a leer correctamente?-. En ese instante no tenía conciencia de lo que iba a desencadenar pues mi máxima preocupación era, en ese instante, que no se me partiese la galleta mientras la mojaba.

Cuando la galleta ya había sido digerida y estaba yo en un momento supremo de relajamiento muscular y ocular -lo que comúnmente se llama 'estar empanado'- saltó la chispa. En ese momento volvían a mí las voces radiofónicas, la Cadena SER resonaba en mi cerebro y yo simplemente asimilaba la información, la daba mil vueltas, una y otra vez hasta que, ¡chas! Surgió la crítica: ¡qué putos llorones somos los españoles!

En nuestra Historia reciente hemos sido una Nación acomplejada, triste y sumida en el caos desde hace más de un siglo. Incapaces de aprovechar nuestro potencial, nos circunscribimos al más puro lamento y lamemos nuestras heridas sin buscar una salida, sin buscar un lugar donde hincar una huella que resista el paso de épocas como el mármol romano. En lugar de buscar nuestra meta vital, asistimos a la expansión de ese pesimismo vital que azota a este país desde el desastre del 98 -ah, Sagasta, padre de tantos males- y que culmina con el huelguismo y la falaz crítica a toda postura disidente de la cual. Me explico.

No hemos asistido a huelgas con un propósito constructivo desde 1993, con todo un país a punto de derrumbarse, escándalos de corrupción por doquier y robos en las más altas esferas del Estado -y aún así tuvimos que esperar tres años más a que ello se enderezase de una vez por todas-. Tras la época de vacas gordas, en la que la huelga más importante fue el enorme ridículo de 'ugetistas' y 'comisionados', asistimos a nuevas revoluciones entre las que destaca la huelga de Delphi -razonable, por motivo del cierre de la empresa y las ansias de los trabajadores de continuar la producción aunque fuese por su cuenta y riesgo- y, ahora, la de Nissan; mucho más hilarante y descorazonadora para el futuro de la masa laboral española, en la que predomina el absentismo -la picardía española- y la facilidad para dejar de acudir al trabajo bajo la excusa de la huelga.

Hay que soportar que denigrantes películas como 'Los lunes al Sol' -no pongo en duda las cualidades artísticas de los actores involucrados, sino el mensaje que desprende la película- se conviertan en referentes del huelguismo, del criticismo social y del populismo de la clase política. Ah, la huelga. Fenómeno reivindicativo que se convierte, en el 90% de los casos, en un acto de una masa violenta y azuzada por los chupópteros sindicales que no ven peligrar su sueldo. Siempre quedará bien hacerse la foto con Chaves, firmar morralla legislativa y olvidar al trabajador. La masa sindical y cerril de la izquierda 'transformadora' de este país huele a kilómetros. Como decía; Nissan.

Salimos a la calle. Pancarteamos. Gritamos contra el empresario y contra el Gobierno. Después, si podemos, romperemos unas cuantas papeleras y farolas. Si vemos que estamos aburridos, ¿por qué no quemar unos cuantos contenedores? Después, a casita a lamentarnos, a cagarnos en todo el que nos critique y a seguir lamiéndonos las heridas. Resultado: la reivindicación se ve manchada por actos violentos, los despidos siguen adelante y nadie sale ganando. Ahora, reflexionemos.

Frente a esa visión dignificadora del quedarse un lunes tumbado en un banco mirando cómo amanece, vituperando lo que no nos gusta; no me canso de recordar nunca 'Pursuit of Happyness(sic)". La contraposición de los dos puntos de vista va más allá de la mera utopía que supone la segunda para algunos. No dudo del realismo de ambas. No dudo que, tanto una como otra, reflejan la realidad de países como España y EEUU respectivamente. He ahí la cuestión fundamental. ¿El 'sueño americano' no existe? Probablemente no. La iniciativa, la capacidad para sobreponerse a los males y salir adelante; sí. Digo todo esto porque el reciclaje profesional en España brilla por su ausencia y el civismo, sensatez y sentido común en las huelgas de este país es igual a cero.

Los sindicatos de este país se dejan llevar por la sedicente ansia de salir en el telediario, obtener, como digo, una foto con la autoridad política competente y pasar a otros temas. El trabajador, ausente, asiente con lo que se le diga desde la masa y desde aquellos 'illuminati' que suponen la vanguardia del proletariado -los cerdos de 'Revolución en la Granja'- y no piensa en nada más. Sin embargo, ¿qué es lo que más duele a una empresa? ¿Qué es lo que supone una mayor presión a una empresa? El 'stock', la imposibilidad de dar salida a sus productos, el gasto en materiales. En definitiva, una huelga de productividad.

Sé que soy un iluso, sobre todo proponer que se sea más productivo de lo habitual y se produzca un problema de almacenaje -los gurús de la izquierda cerril suelen obviar los costes de almacenaje y producción más allá de los costes salariales- que le cueste a la empresa más que el finiquito que deba de pagar a los trabajadores despedidos. En el país de la improductividad, en el país del 'uno trabaja y cuatro miran' proponer esto es sinónimo de opresor capitalista y vil esquirol.

¿Cuándo aprenderemos que no el que más grita lleva la razón y gana, sino que es el que más sentido común posee y mejor juega sus cartas el que acaba llevándose la mano?

Thomas Carlyle, ensayista e historiador británico dijo: "Es un error esencial considerar la violencia como una fuerza". Aquí llevamos dos siglos de retraso.

Buenas tardes.

3 comentarios:

tekakwitha dijo...

No evito pensar que esa película no la has visto, no evito pensar que no sepas que una persona con 50 años en el paro, en época de crisis es carne de cañón del paro y de la desesperación. No creo que ningún, ni un solo trabajor deseche llevar un sueldo a su casa para que coman sus hijos. No creo que a ni un solo trabajador les pesen los años y las desilusiones cuando, mientras unos se embolsan miles de millones, otros desgastan sus manos para luchar por las condiciones dignas de vida.

En cuanto a los sindicatos, su gran problema ha sido funcionar, precisamente, como seguidistas empresariales pactistas, su gran problema ha sido desechar la huelga como método de acción, negar que la lucha de clases existe, negar que el capitalismo es el culpable de su situación, confiar en el sueño americano. Aferrarse al pasotismo en lugar de la solidaridad, el sálvese quien pueda en lugar de la acción conjunta.

El gran problema, es y será, que tenemos masas y no ciudadanos, contaminados de publicidad y mentiras, que cuando se chocan con la triste realidad del sistema, han sido tan tristemente manejados, manipulados y vaciados de idea de clase y de lucha, que no saben como actuar. El trabajador ha de saber muy bien quien es, jugar su papel y no perder la perspectiva encerrado en el consumo, no perder la idea de lucha, de información, de conocimiento del mundo y de la naturaleza del sistema.

Y el problema esta ahí, de veras solo hay que perseguir la productividad del individuo y alejarle del trabajo como aporte enriquecedor, desprestigiar el tiempo libre para convertirlo en un mero resquicio de consumo que cree una ilusión de felicidad. Desde luego que no.

Por otra parte, la iniciativa individual no existe para los que trabajan en los campos del Ejido, como no existe tampoco para hijos de trabajadores que tienen que dejar de estudiar por problemas familiares, en el sistema, solo progresa el que se centra en la productividad, el que no duda en aplastar, en comportarse por encima de toda moral.

Creo que nada mejor, como una referencia al manifiesto comunista para terminar, hay una parte, en la que las mismas acusaciones que se vierten contra los comunistas, Marx las da la vuelta para el capitalismo, aquí sería igual.

Nos acusais a los socialistas, de sembrar el pasotismo cuando sois vosotros los que hablais del consumo desenfrenado, los que rechazais la solidaridad en nombre del egoísmo y el progreso de cada cual, los que tachais de trasnochada la lucha del trabajador por ser el dueño de su trabajo, los que convertís el trabajo en materia desechable y afirmaís que el existo es vivir de las rentas y riquezas obtenidas, sois vosotros, los que sembrais que el mundo sean masas perdidas y desconcertadas. Cuando las luces de neón se apagan, porque los negocios van mal y los ricos salvan sus riquezas a costa de que su riesgo recaiga sobre el pobre, se detona el germen del rechazo al que hasta ahora ni conocían, al sistema en que hasta ahora se movían solo por intuición.

Javi dijo...

Los sindicatos ha sido una herramienta que el capitalismo legalizó para no desaparecer bajo ellos. De ser considerados una conspiración para alterar el precio de las cosas, hasta reconocer a la huelga como derecho fundamenta: de un extremo a otro.

Quejarse de la huelga, echar pestes sobre ella, es querer retrotaerse a los tiempos en los que las disputas se resolvían con la autotutela más brutal (véase la quema de fábricas, práctica habitual). Las huelgas como derecho fundamental (y los sindicatos) son formas de canalizar por medios civilizados la contradicción que realmente existe entre quienes son dueños de los medios de produccion y quienes sólo poseen su fuerza de trabajo.

Salud.

Anónimo dijo...

Gracias por esta entrada, creía ser el único a quien le parecía que lanzar piedras es menos productivo que ponerte a buscar trabajo.

Claro, así anda la productividad española. Quejarse en lugar de esforzarse es, efectivamente, muy idiosincrásico en nuestro país.