lunes, 6 de octubre de 2008

Güemes "El Hermoso" y Madrid

Con las licencias históricas pertinentes, bajo el anonimato del blog -pretendido, aunque no cierto- y con mucho conocimiento de lo que ocurre en el seno del feudo de Güemes "El Hermoso", me dispongo a hablar de la toma de Madrid por las fuerzas del "negocio", el oportunismo y la desfachatez.

Güemes "El Hermoso", casado -metafóricamente, sus relaciones pican más alto con la "Mediterraneum Connection"- con Lady Stone, desembarcó en ese matrimonio de conveniencia en el 2004, cuando fue nombrado Consejero de Empleo y Mujer. No obstante, el post de hoy se centra en preguntarnos por qué, por qué Lady Stone manda a gente capaz a ese puesto, más parecido a un acantilado escarpado que a un cómodo sillón de cuero, en el que se ha convertido la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Este hombre, licenciado en Ciencias Empresariales por la Complutense no ha tenido otra ocurrencia que abrir la veda del negocio en la sanidad pública madrileña. Sanidad saturada, cercana al colapso y que, tras la supresión prevista en los Presupuestos Generales del Estado de las "entidades colaboradoras" estará aún más masificada. "El Hermoso" comienza su travesía hacia la capital de un imperio que se está gestando, Madrid, y comienza a repartir dádivas entre nobles que pudieren serle afines. Nada mejor que abrir al negocio lo que debiera ser una de las dos vacas sagradas de cualquier reino que se precie: sanidad y educación.

Nadie dice que no se invierta en Sanidad. Bueno, sí hay quien lo dice, los fernandinos que ven cómo su poder se ve desplazado hacia sus feudos tradicionales y ven cómo la capital imperial cae en manos de la nobleza filoflamenca, sin embargo, algo funciona mal en la Sanidad de Madrid. Masificaciones, descontento, saturación del personal, etc. ¿Por qué no se renueva a los médicos interinos? ¿Por qué no se convocan nuevas plazas para personal sanitario? ¿Por qué los nuevos hospitales permanecen aún con cierto caos casi siete meses después de su inauguración?

La culpa no es del pueblo llano que, ignorante, acude antes a urgencias que al ambulatorio -donde al campesino le desviarán a urgencias igualmente-, la culpa no es de un personal médico sobrecargado y saturado -aunque este tema daría mucho que hablar, si queréis lo tratamos en cualquier momento- y, mucho menos, la culpa es de falta de inversión. Madrid es la Comunidad Autónoma que más dinero invierte en la sanidad ergo, ¿dónde está el truco?

Evidentemente, en esa filia por lo privado, por desmantelar el tejido público -sea cual sea- de nuestra región, a cualquier precio y por principio universal. Los ayudantes de cámara de Lady Stone y "El Bello" quizás se formaron en alguna preciadísima y honorabilísima universidad extranjera, poseen preciosos títulos académicos y sean unos excelentes ilustrados sobre la economía de nuestra pequeña región, sin embargo, no alcanzaron a comprender las esencias del liberalismo que se dice defender.

Madrid, pionera en reconocer libertades que otros toman por "políticas reaccionarias" de forma cínica y absurda, no puede ser menos en reconocer ya no sólo una libertad -la de elegir la sanidad que queremos- sino la de reconocer un derecho: el poseer una sanidad pública de primer nivel. La sanidad pública, por universal, debe gozar de toda la protección de la Comunidad y del Estado porque, atendiendo a la filosofía de John Stuart Mill -primera pero no última vez que lo menciono en el blog- el liberalismo tiene, como una de sus misiones fundamentales la de expandir la mayor felicidad posible al mayor número posible de personas. Dicho esto, la sanidad pública debe recibir un impulso de respaldo y espaldarazo a sus profesionales. El incesante goteo de apoyo a lo privado, abriéndose a la inversión privada en un mundo donde debe primar la calidad del servicio a la reducción de costes, debe finalizar. Madrid debe dar ejemplo, Madrid debe dar libertad y oportunidades de negocio -no obstaculizando la apertura de centros sanitarios privados, por ejemplo- a los empresarios interesados. No a costa de la profesionalidad y empeño de los vasallos médicos del Reino.

Cientos de profesores de religión en las escuelas suponen un gasto supérfluo -la religión, a los templos-, Telemadrid supone un gasto supérfluo, agencias que proliferan por doquier en la Administración madrileña, solapándose con la Administración General del Estado suponen un gasto supérfluo. Ahorremos en otros campos. Desmantelar el sistema educativo público y desarticular la financiación pública de nuestra sanidad, no lo toleremos.

Y siempre recordemos a Abraham Lincoln: "Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacerse es no despegar los labios".

PD: Mañana, Nuevas Generaciones. Carnaza asegurada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amen

tekakwitha dijo...

John Stuart Mill se alejaba con creces del liberalismo, porque entre otras cosas era enemigo del consumo de placeres inmediatos desenfrenado, pilar de la economía capitalista, de hecho acabo cercano a posturas socialistas, pues quería dar a la ética una vertiente social, hacer aquellas cosas que traigan bienestar para un número de individuos, como tú citas.

No creo que una política desplazada de toda responsabilidad social y planteada en un juego de intenciones empresariales que manejan a partidos políticos a través del control mediático y de toda serie de pactos secretos y no secretos en el caso de sociedades como la americana, sea lo que a John Stuart Mill le hubiera gustado, ni la búsqueda incesante de placeres materiales obviando los que realmente llenan al ser humano, como la participación política, los lazos afectivos perjudicados por las preocupaciones por el trabajo y las cada vez más intensas búsquedas de productividad. En definitiva, una sociedad que se define como la búsqueda de buenos productores y consumidores y en la que la felicidad o no de sus individuos le importa un bledo no creo que responda a Stuart Mill.

En cuanto a la sanidad pública o privada, no creo que haya de distinguirse según los ingresos a ciudadanos que pueden a acceder a mejor o peor sanidad, pues es contradecir principios humanísticos y segregar según recursos económicos, una falta a grave, insisto, en el bienestar común.