martes, 28 de octubre de 2008

El otoño

Qué decir, de ese señor, que llega sin avisar, cuando menos te lo esperas. Qué decir, de ese caballero que desnuda a las mujeres despacio, sin prisa pero sin pausa hasta que te las encuentras inermes, indefensas. Se caen sus vestidos y los pisoteas, como en una noche de pasión al avanzar hacia la cama.

Y es que, ¿qué tendrá el otoño que inspira a los poetas y a los políticos? La creación literaria se multiplica en épocas como la primavera y el otoño, por la anticipación del verano la primera y por la despedida de la alegría estival en el segundo. Optimismo y melancolía a partes iguales. Sin embargo, no sólo a los literatos de la Patria se les hincha el corazón de orgullo e inspiración sino también a los juglares, a los mensajeros de las buenas nuevas. El Bardo Real comienza su andadura por el mundo rico mendigando que su vestido, hecho por los restos del antiguo inquilino monclovita, no sea vean definitivamente rasgados por el ridículo y el descrédito internacional. Sin embargo, en vez de congraciarse con el otoño y su reinado de varios meses, se centra en enemistarse con él, en desprestigiarle, en atacarle para después, resurgir de sus cenizas convertido en el ciego del Lazarillo de Tormes. Inepto pero astuto, logra salir adelante en su feudo mientras que los nobles que no conocen al Bardo Real se mantienen escépticos.

La poesía se refunda en el día a día, con nuevas creaciones. El capitalismo, pocas veces. La retórica, la oratoria y el lenguaje literario pueden ser practicados todos los días, bajo el anonimato que nos ofrece Internet y, más íntima y tradicionalmente, en un diario personal. Las grandes cumbres, la pomposidad decimonónica y la voz sólo se escuchan en un momento dado, no pueden ser realizadas 'a posteriori' con igual senectud y realismo como con el que se lee un poema, un relato o se asiste a una obra de teatro.

Invocar el 'progresismo' -y que este hombre hable de progresismo cuando hace apenas tres meses negaba la crisis- para acudir a una cumbre en la que la mayoría de jefes de Estado es de signo conservador -o pertenece a partidos con alas conservadoras- es, ciertamente, una táctica magistral de hacer valer la voz de España en el mundo. Para nada invocaremos nuestro peso político en Hispanoamérica, la importancia de bancos como el BSCH o nuestro peso en misiones internacionales de paz desde la Guerra de Yugoslavia. No, señores; como las hojas, desnudaremos las mujeres que fueron símbolo del poder español. Como los árboles, lloraremos al descomponer el 'fasces' de la seguridad en nosotros mismos a manos de este impresentable Catilina. Lamentaremos, como otras tantas veces, la insignificancia del papel de España en la escena internacional.

Tales ceremonias suelen ser, habitualmente, lugares de reunión de la élite política para discutir sobre problemas abstractos, alejados de la base ciudadana. Tales ceremonias suponen, también habitualmente, sacar ciertas conclusiones y proyectos a muy largo plazo de los cuales dependen cientos de millones de humanos. Llegado el caso de que estemos asistiendo a un Bretton Woods II, España, sea con poderío o con debilidad -recordemos la infausta foto del Bardo Real absolutamente solitario en la última cumbre de la OTAN- debe estar allí. Debe ondear la bandera española en Nueva York, reconociendo así la importancia geopolítica de nuestro país, tristemente dilapidada por el Señor de la Sonrisa y el 'buenismo'.

El Bardo se la juega a "todo o nada". Con el pábulo que periódicos y televisiones dan a la intención zapateril -respaldada por toda la ciudadanía que aspira a que España pinte algo realmente en este mundo que se globalizará sí o sí-, el triunfo es ya más que un mero logro político. Se convierte, ahora, en una prueba para los poetas que durante tantos años han estado escribiendo coplas de ritmo fácil y, cuando es necesario componer un gran soneto histórico, son como humanos ante esta Torre de Babel que supone la diplomacia internacional.

-----------------------------------------------------------------------------------

Dos aclaraciones sobre la entrada de ayer:

1) No estoy en contra de la huelga ni cargué contra ese derecho que considero fundamental en cualquier democracia que se precie. Kaneda, según parece, malinterpretó el motivo del 'post'. Lo cierto es que la huelga es entendida en este país como una lucha a muerte, de gritos, pancartas y violencia callejera desatada por la comprensible frustración ante la posible pérdida del puesto de trabajo. Eso, como yo criticaba, no supone ningún coste al empresario. La producción de 'stocks', acumulación de horas trabajadas y el consumo de materias primas supone un incremento de gastos al empresario que fuerza a renegociar despidos, encontrar salidas pactadas y, de paso, ahorra a la sociedad pública la vergüenza de ver a los chupópteros sindicales liderar a masas adormecidas por un discurso populista.

2) Sí he visto 'Los lunes al Sol' y la escena en la que los parados que permanecen una y otra vez en el bareto de mala muerte lamentándose de la suerte que han corrido, discuten con el guardia jurado que ha encontrado trabajo; es determinante en el mensaje que lanza la película. Conviene reflexionar más allá de la evidente reivindicación social de la película por Cándido y Morala, tema que da mucho de qué hablar.

Buenas tardes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

uf, debe ser el sueño pero no me entero de nada

Anónimo dijo...

CON SER PATRIOTERO NO BASTA

Señor Soria, como ya te dije en su momento he añadido a favoritos tu blog. No precisamente porque la ideología liberal sea para mí paradigma de igualdad o justicia social sino porque por desgracia hemos venido a concernos en un lugar y hemos fraguado una bonita amistad. (y nada más, tranquilo jajaja)

Yo creo que este blog tiene bonitas y preciosas entradas peeeero voy a facilitarle a nuestro amigo anónimo la lectura: lo que el Sr Soria quería decir es que: España tiene que estar en la cumbre del G-20 (porque sería antipatriota no decirlo, o decir que preferiría que fuera el PP quien lo consiguiera aunque nada más lejos de la realidad que yo pretenda que España esté allí...) sí o sí, aunque claro nos hace ver como si fuera hipócrita las tendencias de la política exterior española en comparación con la critica al antiguo gobierno Aznar:

Yo sinceramente quiero hacer una reflexion acerca del tema este de "si debemos o no debemos estar". No sé hasta que punto es objetivo ese deber y ni siquiera sé si seria plausible la entrada en el G-20 sí el Presidente ZP no nos dice para qué va a ir ahí, no nos dice qué piensa acerca de la crisis o más bien cual es su alternativa al capitalismo que algunos llaman "de casino": lo razonable en el patriotismo no se mide por la capacidad de soltar una preciosa verborrea en favor de los derechos económicos de tu país, a pesar de que es problable que las cifras actuales permitan tal reivindicación, o por lo menos, en mi cabeza no cabe eso.

Debemos exigir mucho más a nuestros gobernantes, debemos no solo exigirle cuentas por el trabajo bien o mal hecho, sino exigir cuentas por la capacidad para responder con alternativas a los problemas del capitalismo. Reconocer la verdad, que ha fallado el metarelato neoliberal, que la mano invisible no es perfecta, que hace falta regular racionalmente la economía, garantizar la vida digna de los ciudadanos, reconocer derechos y que para eso hace falta el Estado. No cualquier Estado sino uno racionalizado, el suficiente para que cumpla con sus deberes como tal y garantice sus derechos y los derechos de los ciudadanos. El mismo Sr. Soria me dijo que uno de los paradigmas del liberalismo era "producir felicidad". Estoy complétamente de acuerdo, pero no es menos cierto que quienes son o pretenden ser ahora élites intelectuales (que más me gustaría a mi) pensaran en que si el modelo de acumulación primitiva, el modelo neoliberal, el individualismo y algunos otros de los valores intrínsecos en la ideología socio-económica imperante garantizan por si mismo la felicidad. Y no solo ésto, sino el DINERO...¿garantiza el dinero la felicidad?

Parecerá que me he ido por los cerros pero no. Es verdad que estoy más agusto con un gobernante de centro-izquierda pero no por ello exigo menos de él. Quiero que sea preciso, concreto, innovador, emprendedor y ambicioso para con su país. Pero con "estar" no basta si de "estar" o "no estar" no se derivan consecuencias para una mayor igualdad y justicia social en una globalización que debe dejar de ser neoliberal. Con ser "patrioterista" no basta.


Esteban Martínez Pérez