domingo, 16 de noviembre de 2008

Y al tercer día, resucitó

Nadie daba un duro ya por él cuando emergió de entre sus cenizas, cual ave fénix, para imponerse a los fariseos que descorchaban botellas de champán ante su fracaso más absoluto. Pero, obrando el milagro como lo hizo cuando Lázaro se levantó, ahora de nuevo está entre nosotros esperando a que, de una vez por todas, se construya sobre sus firmes cimientos.

El 'Bretton Woods II' se alza con la victoria del sentido común y de lo que se lleva exigiendo desde hace décadas por parte de los defensores de una globalización distinta a la que se estaba llevando hasta el momento; la globalización de la socialdemocracia, del proteccionismo brutal de los países desarrollados y de la defensa de los derechos superiores de los trabajadores de estos países frente a los de los países en desarrollo. En definitiva, la globalización de la élite proletaria y de la élite oligárquica, la globalización de los empresarios inútiles e incapaces de leer el mercado. (Pequeña aclaración: estos empresarios sí llevaban a cabo la contradicción fundamental del capitalismo rebatida eficazmente por Friedman y otros pensadores liberales).

La cumbre finaliza con dos conclusiones necesarias y complementarias: mayor supervisión del mercado -que no regulación- y una profundización en las tendencias establecidas en la Ronda de Doha que culminarán, si Dios quiere, con la implantación definitiva del libre comercio mundial. Los beneficios del libre comercio mundial y de sus ventajas comparativas han quedado desgranados, pero este beneficio tiene mucho que ver con la rebatida teoría de la contradicción interna del capitalismo. La idea fundamental esgrimida por keynesianos y marxistas en la misma dirección es que el capitalismo tiende a acumular la riqueza en unas pocas manos debido a la idea oligárquica del propio sistema. Los pensadores liberales de la segunda mitad del Siglo XX fueron capaces de rebatir el absurdo.

Para entendernos, la idea fundamental es que la intervención -en el caso keynesiano- y la sustitución del sistema es necesaria porque el sistema tiende, inherentemente, a que la riqueza se concentre en pocas manos y que, por tanto, el nivel adquisitivo de la población se va reduciendo al ínfimo posible necesario para la supervivencia -es sorprendente ver cómo se adopta a Ricardo por parte de los críticos, precisamente- y que por tanto el capitalismo sólo puede funcionar ayudando a ricos y oligarcas a seguir produciendo para sí mismos. A lo largo de la historia se ha demostrado que dicha afirmación es errónea. Fue Henry Ford el que diseñó un automóvil de una calidad bastante buena y de un precio adquisitivo, reduciendo costes al máximo posible y pagando generosamente a sus propios empleados. Esto se extrapola al comercio.

Es evidente que el libre comercio, si no se parte de una relativa igualdad de partida, puede generar desequilibrios temporales. Los trabajadores del Primer Mundo deberán olvidar su absurda defensa de ¿derechos? brutales a merced del proteccionismo brutal. Es el agricultor español cuyo líder espiritual es José Bové el que impide, con su PAC y su proteccionismo el que un agricultor marroquí pueda disfrutar de beneficios, de mejorar su nivel de vida y de mejorar su producción. Son las fronteras económicas -que deben comenzar a ser derribadas- y las fronteras nacionales -que deben también, a largo plazo, ser eliminadas- las que impiden ese progreso económico de PED y PND.

Las limosnas cerriles de la socialdemocracia no confluyen con un principio de liberalismo utilitarista: mayor bien posible para la mayor gente posible. Seguimos adoleciendo de posturas ortodoxas en temas de comercio, tremendamente influenciados por lo políticamente correcto del 'altermundismo' -¡como si yo no quisiese otra globalización marcadamente liberal y coherente!- y nos limitamos a debates ideológicos mientras día a día, año tras año, el proteccionismo se lleva por delante 200.000 millones de dólares, el triple de lo que el Primer Mundo destina a ayuda al desarrollo.

No nos podemos olvidar del papel del Estado en este nuevo mundo que se abre ante nustros ojos pero yo hoy tengo esperanza, tengo la esperanza de ver a lo largo de mi vida un país mundo, un país donde yo pueda colocar mi dinero donde me dé la real gana, comprar donde me dé la real gana y vender donde me dé la real gana sin tener que darle explicaciones a nadie que se cree con autoridad moral superior a mí. Tengo la esperanza de saber que todos estaremos vigilando que se cumplan las reglas del mercado y tengo esperanza de ver un mundo mejor.

Un último aviso a navegantes: "Quien renuncia a libertades fundamentales para ganar un poco de seguridad transitoria, no merece la libertad ni la seguridad." Benjamin Franklin.

3 comentarios:

Miguel dijo...

Esta reflexión ponderada se hace, evidentemente, desde el Primer Mundo. Un libre mercado total en este mundo globalizado tan especializado tiende a fosilizar diferencias. Se debe aplicar la total libertad de reglas a los colectivos que parten de la misma línea. En caso contrario se tiende a la ley de la selva. Ahora estamos con la sartén por el mango, como "España" en el siglo XVI o como la aristocracia hasta la Revolución Francesa. Pero la Historia nos enseña que nada es permanente.
Un liberalismo total que impida al Tercer Mundo desarrollarse es bastante difícil de mantener. Y si se hace, puede que los actuales países poco desarrollados traten peor al primer mundo que los bolcheviques a los zares en Yekaterimburgo. Porque, ¿verdad que no queremos que España sea un balneario para jubilados del resto de Europa porque aquí tenemos costes de producción más elevados?
Saludos

Javi dijo...

"(...) marxistas en la misma dirección es que el capitalismo tiende a acumular la riqueza en unas pocas manos(...)"

Nuestra teoría de la acumulación de capital no tiene nada que ver con que la riqueza tienda a acumularse en unas pocas manos: lo que sostenemos con la "acumulación capitalista" es la necesidad del capitalismo de expansión constante de la rentabilidad. Uséase,reproducción ampliad del capital.

Hablando de economía, "acumulación" en marxismo significa "necesidad de crecimiento económico".

No creemos que la riqueza se "acumule" en pocas manos por la "naturaleza oligárquica del sistema": se acumula en manos de una clase debido a la existencia de la plusvalía. Sin más.

De hecho podría haber un sistema (dificil de imaginar hoy en día, pero podría darse -sería un supuesto "de laboratorio"-) donde los más controlasen medios de producción y los menos sólo dispusieran de fuerza de trabajo. La riqueza estaría concentrada fundamentalmente en manos de las mayorías, pero seguiría siendo un sistema de explotación capitalista.

Que sean "muchos" o "pocos" no es algo en lo que entremos al elaborar la teoría (luego vemos que efectivamente son los menos los que controlan los medios de producción y los más los que sólo disponen de la fuerza de trabajo). La realidad es que son pocos. Pero podrían ser muchos y el sistema de explotación seguiría vigente porque sigue existiendo la apropiación inpagada fuerza de trabajo.

Lo que opinan los keynesianos sobre ésto no entro porque lo desconozco. Pero vaya, quería matizar ésto que es importante: los marxistas somos materialistas y vamos al núcleo de la explotación, que es la existencia de la contradicción capital/trabajo y la plusvalía.

Lo "cuantitativo" (la cantidad de explotadores o explotados) es algo que no hace variar el sistema de explotación. En el supuesto de laboratorio de antes seguiría dándose el fenómeno que denunciamos pese a que sería una apropiación por la mayorías. El hecho fáctico es que en la existencia del capitalismo siempre han sido los menos los que se apropian de la riqueza (el 20% del mundo tiene en sus manos el 80% de la riqueza), pero podría cambiar y seguiría vigente la forma de explotación.

Espero haberme explicado bien.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

Madre mía, la propuesta de este blogero solo podría comprenderla si estubiese hecha por un millonarío.

Los derechos denominados brutales de los trabajadores occidentales son la razón por la que existe el capitalismo.

El capitalismo religioso de los ultraliberales se ha convertido en un objetivo en si mismo, el texto repleto de semántica grandilocuente más propia de un reaccionario no menciona en ningún momento las mejoras que proporcionaría un mundo 100% capitalista.

Desde luego es comprensible que el gran capital desée la mundialización de los mercados e incluso de los países, pero lo que resulta sorprendente es que lo defiendan personas de clase media o incluso alta.

Si los trabajadores occidentales renunciasemos a nuestros "brutales privilegios" la sociedad sería la del siglo XIX.

El capital tiende a concentrarse, como has tratado de ridiculizar sin aportar absolutamente nada en contra de esta evidencia. Si fuésemos renunciando a todos nuestros "brutales privilegios" se iría desmontando toda la legislación, primero la económica y una vez perdida la libertad económica no puede existir libertad política, ni de ninguna clase.

La economía no es un fin en si mismo, prefiero un mundo con crisis y donde se extiendan las clases medias a un mercado perfecto en donde la humanidad no sea más que un agente del mercado. La economía debe estar al servicio del hombre, y no el hombre al servicio del mercado.

No son derechos brutales, son garantías demócraticas, estás planteando la vuelta al antiguo regímen, con una nueva aristocrácia del dinero.