lunes, 29 de septiembre de 2008

Socializar pérdidas: distorsionar el mercado

El liberalismo tiembla, de nuevo por las afiladas manos de aquel que siempre lo amenaza, que le tiene en permanente vilo y que cuando se despierta, aspira a expulsar del trono al sistema que más libertad y prosperidad ha garantizado a la Humanidad. No hablamos del socialismo, no hablamos del comunismo o la huelga general simbolizada por Jack London en su libro. Hablamos del Estado y sus continuas intervenciones en el mercado, con sus nacionalizaciones, su alteración en el precio del dinero de forma absolutamente arbitraria -fomentando burbujas especulativas- y, en definitiva, eliminando cualquier componente de riesgo en el mercado para seguir lucrando a los oligopolios semi-estatales y seguir ofreciendo una razón de ser a la siempre en crecimiento burocracia.

Durante estos días nos desayunábamos y cenábamos con noticias de Wall Street, estúpidamente amplificadas por los medios de comunicación que infunden, de forma efectista y sensacionalista un sentimiento de angustia en los mercados. En muchas ocasiones, con poca o nula información. Esta angustia en los mercados afecta a los pequeños inversores y a pequeños y medianos bancos, sobre todo de inversión, que ven cómo sus clientes abandonan la confianza prestada en ellos y las agencias de calificación -empresas que se dedican exclusivamente a puntuar a las empresas que cotizan en Bolsa para recomendar o desaconsejar su compra y que influyen de forma muy importante también en el mercado- inician la senda de la rebaja generalizada de recomendaciones a bancos y fondos de inversión. En definitiva, las Bolsas comienzan una espiral descendente que contagia a otras empresas con nula relación con los bancos o con la burbuja especulativa inmobiliaria o financiera.

El problema está cuando esa espiral depresiva -por bajada generalizada de las cotizaciones- se lleva a los bancos por delante. Evidentemente, los ciudadanos que poseen sus ahorros en dichos bancos y diversos activos en empresas que el banco poseyese a través de bonos emitidos por otras empresas o por diversas instituciones públicas -caso del Ayuntamiento de Madrid en Lehmann Brothers, por ejemplo- no tienen por qué pagar los riesgos asumidos por los accionistas y directivos de la empresa. Es ahí donde entra el Estado y donde falla el mismo: socializa pérdidas, no sostiene activos.

A juicio de un liberal, el que no asume riesgos no obtiene ganancias pero tampoco tiene pérdidas. El Estado, como árbitro del mercado y garante de las relaciones contractuales y derechos de consumidores y productores, debe garantizar a los millones de ahorradores de los bancos comerciales el percibir, íntegramente, su dinero depositado en el banco. Esa es su misión, sin embargo, a los miles de accionistas que implícitamente asumieron un riesgo, el Estado no debe garantizarles en absoluto la pervivencia de sus títulos ni garantizar ganancias o, al menos, sostener precios. El Estado, en ningún momento puede distorsionar el mercado y eliminar el riesgo que el capitalismo posee intrínsecamente a su existencia.

Las grandes empresas y bancos de inversión se han enriquecido a lo largo de estos años de burbuja especulativa y el Estado, así como los accionistas, han obtenido cuantiosas plusvalías. El mercado posee estos beneficios y, hasta ahí nadie debe entrometerse. Ahora, cuando llega un momento de decadencia, los inversores deben asumir el riesgo de perder su inversión. El capitalismo recompensa a quienes tienen la astucia en el mercado y no a quienes pierden. No hablamos de ruletas ni de azares, hablamos de negocios e inteligencia.

Keynes fue el padre del paternalismo estatista, de la subvención por doquier y las nacionalizaciones ruinosas. Es el momento de que la sociedad asuma que no siempre se gana, que a veces se pierde y que sólo los que de verdad se lo merecen pueden ganar.

Mañana, EEUU.

La cita de hoy: Goethe: "El hombre yerra tanto como lucha".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si pretendemos dejar la economía en manos del mercado, hagamoslo hasta las últimas consecuencias. Es decir, si las cosas van mal, que se las arregle solito. Ahora, ¿cómo dejar que se hunda en su propia miseria sin arrastrar a los ahorradores, a esos pobres que depositaron su dinero haciendo ganar más y más a directivos ambiciosos?

Soria dijo...

La solución está en garantizar depósitos y activos, no las inversiones de accionistas y directivos con 'stock options'.

Mientras sigamos salvando bancos de forma indiscriminada, premiaremos la mediocridad del mercado.