miércoles, 17 de septiembre de 2008

Empezamos con un regüeldo

regüeldo.

1. m. Acción y efecto de regoldar.


regoldar.

(Del lat. *regurgitāre).

1. intr. Eructar los gases del estómago.
Y es que no tiene otro nombre lo que todas las mañanas, aquellos que voluntariamente desean doparse o meterse una sesión de adrenalina tienen que soportar. Me refiero a ese monstruo de las ondas que cada mañana nos invade los oídos -a los que giramos la rueda de la radio para tener algo de pluralidad- y que sienta cátedra entre exabruptos, gritos y carcajadas a coro del círculo de "colaboradores" que le rodea. Me refiero a Federico Jiménez Losantos, el infame locutor de la Cadena COPE.

Este hombre pasaría desapercibido si no ofreciese toda la carnaza que nos regala en su programa matutino -no conozco su programa televisivo- y que, pobres de nosotros, consumimos de forma obediente, gris, dócil. El constante tono crispado y agresivo del programa hace que las masas furiosas por la incompetencia de nuestro Presidente se enardezcan y vean en él al líder mediático que le hacía falta a la derecha, quizás al estilo de Rush Limbaugh, el que fuera nombrado "líder de la oposición" a Bill Clinton por el Partido Republicano de los Estados Unidos. Sin embargo, a nuestro mesías nacional le falta ese toque picante y humorístico que suelen tener los grandes periodistas norteamericanos. En su lugar, nuestro locutor radiofónico suple su falta característica de humor con un reciclaje repetitivo de soflamas simples y regurgitadas en la cabeza de váyase a saber qué mente malvada. Es realmente insoportable ver cómo José Antonio Abellán intenta todas las mañanas dar una información de deportes y escuchar a nuestro mesías radiofónico grabarnos sus lemas de la mañana a sangre -mientras de paso nos recuerda que es, por enésima vez, el último raulista vivo-.

Pero el acabose llega cuando este tipo de las ondas nos deleita con sus autodefiniciones ideológicas: el liberal, el paladín de Esperanza Aguirre, el azote de Ruiz-Gallardón, antaño pilar de Rajoy y hoy principal castigo del mismo. Muchas veces dan ganas de llamar a su programa -que a veces posee destellos de coherencia y sentido común con la presencia de Pedro J. Ramírez- y preguntarle por su ideología: "Oiga, si es usted liberal, ¿podría explicarme qué ocurre con la igualdad de derechos de los homosexuales?" O preguntarle por el aborto, la eutanasia, la laicidad del Estado, etc.

Resulta patético oir a alguien que se llama liberal decir que se debe realizar la objeción de conciencia en Educación para la Ciudadanía "porque los obispos de Madrid lo han mandado en una circular" -aunque al César lo que es del César- como si sólo los padres que quieren que sus hijos salgan perfectamente educados en la ortodoxia católica fuesen los potenciales objetivos de la asignatura de la doctrina socialista. Para este mesías, sólo su lideresa -agh- Esperanza Aguirre y el mantener su potencial cuota de oyentes exaltados y fervorosos parecen tener cierta importancia en su trayectoria política.

Sea pues que este ínclito personaje de las ondas radiofónicas permanezca muchos años en antena, pero por favor, que se desligue del liberalismo. No es bueno para esta ideología que gente como él despotrique, rabie, insulte y vocifere erigiéndose en portavoz sublime de algo que no alcanza a comprender ni en su más mínima parte por mucho que se rodee de la gente a la que le da últimamente por apropiarse del término liberal.

¿No será que el mesías le tiene miedo a la libertad? Hoy me despido con Bernard Shaw: "Libertad significa responsabilidad; por eso le tienen tanto miedo la mayoría de los hombres."

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