jueves, 10 de septiembre de 2009

Las mañanas de Metro (y las noches)

Son muchas cosas nuevas en la Universidad y llevo una semana como un idiota pasmado, con los ojos abiertos, haciendo todas las prácticas y estudiando incluso al día. Será la actividad frenética de las ansias de llegar hasta aquí para probar y pinchar el mundo universitario, o no sé muy bien exactamente el qué, pero si hay algo que me resulta curioso son las mañanas en el Metro.

Son apenas veinte minutos, no me da tiempo a oler la axila del compañero de vagón ni a tener aún los horarios tomados. Llevo ya unos días perdiendo el tren pero da igual, luego dentro comienzo a evadirme pese al libro que tenga entre manos (estoy con Delibes, 'Cinco horas con Mario') o mucha música que me ponga.

Me intriga ese mecanismo de encontrar la mirada con el de enfrente y dudar entre aguantarla o soltarla rápidamente como si hubiese sido un fogonazo de un mechero entre los dedos. El sentirte a veces observado no sabiendo muy bien por qué y buscar esos ojos penetrantes que se te están clavando en el pecho. Abrir el libro y quedarte viendo las piernas de la chica de enfrente que tan guapa es y que lleva esas gafas de sol incomprensiblemente...

Son muchas las cosas que me vienen a la cabeza, muchas las conversaciones que me empapan como si la saliva se me quedara impregnada en la piel. Entre medias de todo ello, los apuntes; los nervios de saber cómo será la próxima clase y qué me espera en la lectura correspondiente. Buscar la treta de cómo ahorrarme unos cuartos y jurarme y prometerme que hay que ir a la biblioteca a buscarlo para fotocopiarlo cuanto antes.

Lo mejor, sin embargo, llega por la noche. Es ahí cuando veo a gente absolutamente derrotada tras un duro día de trabajo, un futuro que ya no se presenta tan lejano como parecía hace apenas unos meses, cuando me decía "primero, llegar a la Universidad". Y ahora los veo ahí, de un modo distinto a otras veces, cuando me digo que por mucho que esté estudiando, aún soy un (casi)imberbe, indigno de tener tantas aspiraciones de grandeza y recuerdo que vivir y ser requieren un esfuerzo; no simplemente acudir a clase y esperar como agua de mayo la fría (y barata) cerveza de la cafetería.

1 comentarios:

Esteban Martínez dijo...

Que bueno Elías!...

Mola! Por cierto, dicho así parece que no has ido nunca en metro...