martes, 28 de octubre de 2008

El otoño

Qué decir, de ese señor, que llega sin avisar, cuando menos te lo esperas. Qué decir, de ese caballero que desnuda a las mujeres despacio, sin prisa pero sin pausa hasta que te las encuentras inermes, indefensas. Se caen sus vestidos y los pisoteas, como en una noche de pasión al avanzar hacia la cama.

Y es que, ¿qué tendrá el otoño que inspira a los poetas y a los políticos? La creación literaria se multiplica en épocas como la primavera y el otoño, por la anticipación del verano la primera y por la despedida de la alegría estival en el segundo. Optimismo y melancolía a partes iguales. Sin embargo, no sólo a los literatos de la Patria se les hincha el corazón de orgullo e inspiración sino también a los juglares, a los mensajeros de las buenas nuevas. El Bardo Real comienza su andadura por el mundo rico mendigando que su vestido, hecho por los restos del antiguo inquilino monclovita, no sea vean definitivamente rasgados por el ridículo y el descrédito internacional. Sin embargo, en vez de congraciarse con el otoño y su reinado de varios meses, se centra en enemistarse con él, en desprestigiarle, en atacarle para después, resurgir de sus cenizas convertido en el ciego del Lazarillo de Tormes. Inepto pero astuto, logra salir adelante en su feudo mientras que los nobles que no conocen al Bardo Real se mantienen escépticos.

La poesía se refunda en el día a día, con nuevas creaciones. El capitalismo, pocas veces. La retórica, la oratoria y el lenguaje literario pueden ser practicados todos los días, bajo el anonimato que nos ofrece Internet y, más íntima y tradicionalmente, en un diario personal. Las grandes cumbres, la pomposidad decimonónica y la voz sólo se escuchan en un momento dado, no pueden ser realizadas 'a posteriori' con igual senectud y realismo como con el que se lee un poema, un relato o se asiste a una obra de teatro.

Invocar el 'progresismo' -y que este hombre hable de progresismo cuando hace apenas tres meses negaba la crisis- para acudir a una cumbre en la que la mayoría de jefes de Estado es de signo conservador -o pertenece a partidos con alas conservadoras- es, ciertamente, una táctica magistral de hacer valer la voz de España en el mundo. Para nada invocaremos nuestro peso político en Hispanoamérica, la importancia de bancos como el BSCH o nuestro peso en misiones internacionales de paz desde la Guerra de Yugoslavia. No, señores; como las hojas, desnudaremos las mujeres que fueron símbolo del poder español. Como los árboles, lloraremos al descomponer el 'fasces' de la seguridad en nosotros mismos a manos de este impresentable Catilina. Lamentaremos, como otras tantas veces, la insignificancia del papel de España en la escena internacional.

Tales ceremonias suelen ser, habitualmente, lugares de reunión de la élite política para discutir sobre problemas abstractos, alejados de la base ciudadana. Tales ceremonias suponen, también habitualmente, sacar ciertas conclusiones y proyectos a muy largo plazo de los cuales dependen cientos de millones de humanos. Llegado el caso de que estemos asistiendo a un Bretton Woods II, España, sea con poderío o con debilidad -recordemos la infausta foto del Bardo Real absolutamente solitario en la última cumbre de la OTAN- debe estar allí. Debe ondear la bandera española en Nueva York, reconociendo así la importancia geopolítica de nuestro país, tristemente dilapidada por el Señor de la Sonrisa y el 'buenismo'.

El Bardo se la juega a "todo o nada". Con el pábulo que periódicos y televisiones dan a la intención zapateril -respaldada por toda la ciudadanía que aspira a que España pinte algo realmente en este mundo que se globalizará sí o sí-, el triunfo es ya más que un mero logro político. Se convierte, ahora, en una prueba para los poetas que durante tantos años han estado escribiendo coplas de ritmo fácil y, cuando es necesario componer un gran soneto histórico, son como humanos ante esta Torre de Babel que supone la diplomacia internacional.

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Dos aclaraciones sobre la entrada de ayer:

1) No estoy en contra de la huelga ni cargué contra ese derecho que considero fundamental en cualquier democracia que se precie. Kaneda, según parece, malinterpretó el motivo del 'post'. Lo cierto es que la huelga es entendida en este país como una lucha a muerte, de gritos, pancartas y violencia callejera desatada por la comprensible frustración ante la posible pérdida del puesto de trabajo. Eso, como yo criticaba, no supone ningún coste al empresario. La producción de 'stocks', acumulación de horas trabajadas y el consumo de materias primas supone un incremento de gastos al empresario que fuerza a renegociar despidos, encontrar salidas pactadas y, de paso, ahorra a la sociedad pública la vergüenza de ver a los chupópteros sindicales liderar a masas adormecidas por un discurso populista.

2) Sí he visto 'Los lunes al Sol' y la escena en la que los parados que permanecen una y otra vez en el bareto de mala muerte lamentándose de la suerte que han corrido, discuten con el guardia jurado que ha encontrado trabajo; es determinante en el mensaje que lanza la película. Conviene reflexionar más allá de la evidente reivindicación social de la película por Cándido y Morala, tema que da mucho de qué hablar.

Buenas tardes.

lunes, 27 de octubre de 2008

Idiosincrasia española (I): La huelga

Es cierto, el título del post parece el de algún ensayo antropológico de millones de páginas que hacen los sociólogos y los antropólogos para que sean leídos por otros sociólogos y otros antropólogos. Pero no. Lo cierto es que hoy comenzaba a desvariar mientras mojaba la galleta en el café y luego el desvarío alcanzaba su cénit en Literatura. El detonante: la voz -odiada- de Carles Francino hablando sobre el conflicto de la Nissan y amplificado por la incapacidad lectora de Carlos Elordi -¿cuándo enseñarán a ese señor a leer correctamente?-. En ese instante no tenía conciencia de lo que iba a desencadenar pues mi máxima preocupación era, en ese instante, que no se me partiese la galleta mientras la mojaba.

Cuando la galleta ya había sido digerida y estaba yo en un momento supremo de relajamiento muscular y ocular -lo que comúnmente se llama 'estar empanado'- saltó la chispa. En ese momento volvían a mí las voces radiofónicas, la Cadena SER resonaba en mi cerebro y yo simplemente asimilaba la información, la daba mil vueltas, una y otra vez hasta que, ¡chas! Surgió la crítica: ¡qué putos llorones somos los españoles!

En nuestra Historia reciente hemos sido una Nación acomplejada, triste y sumida en el caos desde hace más de un siglo. Incapaces de aprovechar nuestro potencial, nos circunscribimos al más puro lamento y lamemos nuestras heridas sin buscar una salida, sin buscar un lugar donde hincar una huella que resista el paso de épocas como el mármol romano. En lugar de buscar nuestra meta vital, asistimos a la expansión de ese pesimismo vital que azota a este país desde el desastre del 98 -ah, Sagasta, padre de tantos males- y que culmina con el huelguismo y la falaz crítica a toda postura disidente de la cual. Me explico.

No hemos asistido a huelgas con un propósito constructivo desde 1993, con todo un país a punto de derrumbarse, escándalos de corrupción por doquier y robos en las más altas esferas del Estado -y aún así tuvimos que esperar tres años más a que ello se enderezase de una vez por todas-. Tras la época de vacas gordas, en la que la huelga más importante fue el enorme ridículo de 'ugetistas' y 'comisionados', asistimos a nuevas revoluciones entre las que destaca la huelga de Delphi -razonable, por motivo del cierre de la empresa y las ansias de los trabajadores de continuar la producción aunque fuese por su cuenta y riesgo- y, ahora, la de Nissan; mucho más hilarante y descorazonadora para el futuro de la masa laboral española, en la que predomina el absentismo -la picardía española- y la facilidad para dejar de acudir al trabajo bajo la excusa de la huelga.

Hay que soportar que denigrantes películas como 'Los lunes al Sol' -no pongo en duda las cualidades artísticas de los actores involucrados, sino el mensaje que desprende la película- se conviertan en referentes del huelguismo, del criticismo social y del populismo de la clase política. Ah, la huelga. Fenómeno reivindicativo que se convierte, en el 90% de los casos, en un acto de una masa violenta y azuzada por los chupópteros sindicales que no ven peligrar su sueldo. Siempre quedará bien hacerse la foto con Chaves, firmar morralla legislativa y olvidar al trabajador. La masa sindical y cerril de la izquierda 'transformadora' de este país huele a kilómetros. Como decía; Nissan.

Salimos a la calle. Pancarteamos. Gritamos contra el empresario y contra el Gobierno. Después, si podemos, romperemos unas cuantas papeleras y farolas. Si vemos que estamos aburridos, ¿por qué no quemar unos cuantos contenedores? Después, a casita a lamentarnos, a cagarnos en todo el que nos critique y a seguir lamiéndonos las heridas. Resultado: la reivindicación se ve manchada por actos violentos, los despidos siguen adelante y nadie sale ganando. Ahora, reflexionemos.

Frente a esa visión dignificadora del quedarse un lunes tumbado en un banco mirando cómo amanece, vituperando lo que no nos gusta; no me canso de recordar nunca 'Pursuit of Happyness(sic)". La contraposición de los dos puntos de vista va más allá de la mera utopía que supone la segunda para algunos. No dudo del realismo de ambas. No dudo que, tanto una como otra, reflejan la realidad de países como España y EEUU respectivamente. He ahí la cuestión fundamental. ¿El 'sueño americano' no existe? Probablemente no. La iniciativa, la capacidad para sobreponerse a los males y salir adelante; sí. Digo todo esto porque el reciclaje profesional en España brilla por su ausencia y el civismo, sensatez y sentido común en las huelgas de este país es igual a cero.

Los sindicatos de este país se dejan llevar por la sedicente ansia de salir en el telediario, obtener, como digo, una foto con la autoridad política competente y pasar a otros temas. El trabajador, ausente, asiente con lo que se le diga desde la masa y desde aquellos 'illuminati' que suponen la vanguardia del proletariado -los cerdos de 'Revolución en la Granja'- y no piensa en nada más. Sin embargo, ¿qué es lo que más duele a una empresa? ¿Qué es lo que supone una mayor presión a una empresa? El 'stock', la imposibilidad de dar salida a sus productos, el gasto en materiales. En definitiva, una huelga de productividad.

Sé que soy un iluso, sobre todo proponer que se sea más productivo de lo habitual y se produzca un problema de almacenaje -los gurús de la izquierda cerril suelen obviar los costes de almacenaje y producción más allá de los costes salariales- que le cueste a la empresa más que el finiquito que deba de pagar a los trabajadores despedidos. En el país de la improductividad, en el país del 'uno trabaja y cuatro miran' proponer esto es sinónimo de opresor capitalista y vil esquirol.

¿Cuándo aprenderemos que no el que más grita lleva la razón y gana, sino que es el que más sentido común posee y mejor juega sus cartas el que acaba llevándose la mano?

Thomas Carlyle, ensayista e historiador británico dijo: "Es un error esencial considerar la violencia como una fuerza". Aquí llevamos dos siglos de retraso.

Buenas tardes.

domingo, 26 de octubre de 2008

Ser de izquierdas y no morir en el intento

Me hace mucha gracia que, cuando escribí la anterior entrada y me confesase de izquierdas -a partir de esa idea del neoprogresismo de la que tendremos que hablar en posteriores entradas-, recibiese varios comentarios de conocidos: "eh tío, que por fin te has pasado al PSOE, si es que ya sabía yo que eras un rojillo". Similares y demás que, realmente me dejaban callado, sin saber qué decir. ¿A tal grado de dogmatización hemos llegado?

Surgen muchos malentendidos, muchos dogmas a partir de un momento en el que te declaras "de izquierdas". Parece que hayas de asumir que "las derechas" quieren robarte más y más, que "el centro" no existe y que son derechistas camuflados y que, por supuesto, tus gurús ideológicos hayan de ser los de la ambigüedad, el 'buenismo' y los de lo políticamente correcto. Parece que, al ser de izquierdas, tengas que asumir que 'la paridad' es obligada, que la Historia está para ser reescrita a mayor gloria de la simpatía y la sonrisa fácil. En definitiva, tienes que asumir que tus gurús culturales son el Gremio de Actores de este país, que tu referente económico es cualquiera que le pique a EEUU en sus partes y que, por supuesto, tu argumentación debe ceñirse a la verborrea.

Sin embargo, ser "de izquierdas" es algo más allá de eso. No hablo, evidentemente, de la 'extrema izquierda' -commies, anarquistas, elementos varios- pero sí de esa tendencia emocional de las personas a preocuparse por los problemas de su alrededor, analizarlos y buscar una solución innovadora al problema. Me refiero al ser progresista, racional, pragmático y realista. Para los que piensen que esto es incompatible con cualquier principio del liberalismo recomiendo leer a Adam Smith y su 'Teoría de los sentimientos morales'. La gran obra desconocida de Smith y que constituye base fundamental de su teoría práctica del liberalismo, base de pensadores como Stuart Mill que, en ningún caso, se asemejan a posibles teorías socialistas utópicas contemporáneas a la época.

Ser de izquierdas implica esa racionalidad, esa búsqueda de progreso en el análisis de nuevas teorías a los problemas políticos que tienen las sociedades modernas. Ser de izquierdas supone una aceptación realista de la situación en la que vivimos. Ser de izquierdas, supone, en definitiva, poseer capacidad crítica suficiente como para desmarcarse de dogmas impuestos por instituciones -físicas o abstractas- en nuestra mentalidad, indistintamente de que sea a favor o en contra del sistema en el que nos movemos.

Yo, que me considero un firme defensor del capitalismo, del liberalismo y del libre mercado; soy de izquierdas. Porque considero que, con la crítica y el raciocinio podemos llegar a mejorar este mundo que tenemos entre manos. Las deformaciones del conservadurismo, anquilosado en la mayor parte del sur de Europa en las élites oligárquicas, impiden el pleno desarrollo de ese liberalismo esbozado por Smith no sólo en su archiconocida obra, 'La Riqueza de las Naciones' sino en la ya mencionada 'Teoría de los Sentimientos'. Desarrollada posteriormente por pensadores como Malthus -importantísimo-, Ricardo -fundamental para la teoría económica clásica- y, de forma quizás más filosófica pero también aplicada, por Stuart Mill. Sin embargo, no pretendo convertir esto en una entrada laudatoria de los clásicos liberales.

La cuestión era disertar sobre la situación de la izquierda racional en este país. Tan en boga y tan en declive a la vez, viéndose erróneamente identificada por el partido de los ladrones, los demagogos y la verborrea populista: el PSOE. Y es que ser de izquierdas no es un dogma, no es aceptar, como decía antes, preceptos fundamentales que deban guiar tu existencia en todos y cada uno de los aspectos de tu vida. Ser de izquierdas es una actitud, una actitud crítica y constructiva para con los que te rodean y para con la sociedad. Es ser abierto, tolerante y severo a la vez, tener los pies en la tierra y saber aplicar las soluciones adecuadas a los problemas adecuados.

Ser de izquierdas es, en suma, la capacidad que poseemos los seres humanos para olvidarnos del discurso fácil del antisistema decimonónico, para abjurar de las justificaciones sobrenaturales de la sociedad, para rechazar a aquellos que pretenden sembrar el pesimismo por toda la sociedad y cubrirla de un manto de grisácea indiferencia.

Como decía Churchill: 'Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad'.

Buenas tardes.

lunes, 20 de octubre de 2008

Soy un converso

Muchos días sin escribir. Reflexionando mucho sobre política, sobre qué hacer y estimulado por todas las noticias que inundan los telediarios. Pero algo me sorprendió hace unos días: Neoprog.

Pocos son los que leen este blog -y yo no contribuyo a ello, en verdad- y quizás hayan cogido un concepto de mí bastante gore. Tengamos en cuenta que estoy afiliado a NNGG y que en ocasiones soy lector asiduo de RedLiberal -de los orcos pululantes pseudo-liberales no, de verdad- pues tenemos el historial ideal para que diversos 'hooligans', si este blog fuese lo suficientemente leído, lo inundasen de diversos piropos: fascista, mentiroso, antidemócrata, en fin. La retahíla habitual. Por suerte sólo un decimonónico marxista se ha atrevido a dar algo de cera en mis esporádicas entradas. Se agradece.

Pero hoy asisto a la redención de un culto que llega a su fin y, no sin cierto miedo, doy un paso adelante. Me convierto en un renegado, en un renegado de la palabrería ambigua y del liberalismo derechil. Reniego del centrismo. Reniego del conservadurismo social -abandonado ya hace tiempo-. Reniego del populismo. Reniego de los parches. Reniego de tener que defender cosas indefendibles. Si, en atención a mis ideas, he de declararme "de izquierdas", creo que es hora de hacerlo. Si, en atención a mis ideas, he de declararme "progresista", creo que es hora también de dar el paso. Neoprogresismo.

Llevaba tiempo reflexionando acerca de cómo enfocar esa preocupación del liberalismo por la sociedad, basándose, indistintamente, en el egoísmo natural y en el ulterior bien común. De cómo reflejar lo mismo en una teoría económica. De cómo exorcizar el monstruo latente de la incomprensión del liberalismo; raíz principal de la cultura europea desde el Siglo XVIII. Llevaba tiempo, en definitiva, reflexionando acerca de la problemática social y pensando sobre los tópicos comunes del capitalismo y el liberalismo inculcados, a fuego, en esta sociedad. Al final encontré la respuesta: izquierda.

No hablo de la izquierda populista ni demagógica -PSOE- ni de la izquierda irracional y anquilosada -IU/PCE y similares-. ¿Hablo de UPD y su ambigüedad? ¿Quizás del CDL? ¿O quizás hablo de una nueva utopía nacida en Internet y sin un cierto respaldo en la sociedad?

Realmente yo no tengo a mi alcance los recursos intelectuales y literarios suficientes como para expresar, con la suficiente claridad, qué es exactamente el neoprogresismo. Me limitaré a enlazaros Citoyen, cuya lectura recomiendo y terminar con un contundente: Sí, me he convertido al neoprogresismo.

Quo Vadis?

viernes, 10 de octubre de 2008

Metro. País (punto final).

Ayer desbarraba sobre este país, sobre la decadencia de nuestra Nación, de nuestro pueblo, de nuestro acervo cultural hundido en la miseria del pesimismo, la crítica destructiva y el odio al emprendedor. La muerte de la iniciativa, del individuo. ¡Es la muerte de la luz!

Personas que desbarran, que critican, que toman una copa de más para ahogar su desesperación, para derrumbar su propia infelicidad por la falta de metas vitales colmadas. Personas que culpan a la sociedad de su propio fracaso, incapaces de autoexaminarse y de ejercer una conciencia crítica sobre la sociedad, y sobre sí mismos.

La sociedad es culpable de todo, la sociedad está dominada por el capitalismo. El capitalismo es culpable. "J'accuse" versión española, versión pesimista. El acabóse de la prosperidad y el sistema.

No hay nada que sentir, no hay nada que construir. No sentimos, no conectamos. El país, la sociedad, todo nos mata, todo nos perjudica. Capitalismo, metro, país.

Nos abocamos al fracaso del hombre, del individuo y de la comunidad. Asoma de nuevo el fantasma del igualitarismo, la mediocridad y lo gris. ¿Hemos hecho algo?

País.

jueves, 9 de octubre de 2008

NNGG, país y punto (aparte)

Estoy profundamente decepcionado con este país, con sus gobernantes, con su oposición, con su sociedad decimonónica, con un país de barriga, ocio, charanga, pandereta, pinchito y olé. Verborrea, superficialidad, pedantería ilustrada, tópicos, insulto y tan feliz. Por mis cojones, porque yo mando, porque es así, porque tenemos que guardar las apariencias. Cristianos viejos, pureza de sangre, burguesía atrasada, retraso respecto a Europa, cainismo, conservadurismo. Temor.

No me he equivocado. Hoy tocaba hablar de Nuevas Generaciones -en realidad tocaba anteayer- pero también toca hablar de nuestro país, de España. Nos guste o no, Nuevas Generaciones, la 'muchachada' pepera pertenece a este país y como tal, posee sus tantas virtudes -se me ha olvidado decir que amo ser español, es una tortura placentera- como sus tantos defectos. El primero y más importante, el de que las cosas se hacen "porque lo digo yo". El "porquesí" de la niñez precoz. No es esta una organización horizontal, en la que todos contemos, en la que exista un líder nacional -ni siquiera regional- que sirva de referente, de faro. No existe una personalidad joven de referencia entre la juventud 'popular' que aglutine en torno a él valores como la humildad, la excelencia y las virtudes políticas. Más al contrario, la organización se centra en ser nido de cobayas de las políticas del Partido -sí, escrito en mayúscula al estilo de '1984'-, en someterse a labores de proselitismo cerrado -sin debate abierto en el seno o en el exterior- y, más grisáceamente, en organizar odas al líder, cruzadas antisocialistas, ritos demagógicos. Realmente, la política dejó de ser política hace mucho tiempo. Sin embargo, no podemos dejar de tener la ilusión de cambiar este mundo desde dentro, no podemos dejar de insistir para derribar las murallas de una Antioquía que resiste cruel y brutal.

Desgraciadamente, el color gris invade el resto de partidos políticos, que toman a la juventud no como un activo dinámico y con potencial sino como unos meros peones, sacrificables en cualquier momento. Somos la carne de cañón de los partidos políticos, los que han de difundir el mensaje en la calle, atragantándose con la amarga respuesta, henchidos de orgullo al recibir una sonrisa y una palabra amable. Política. País.

Hoy, cuando paseaba por la calle, he visto una estampa ya común y casi integrada en el espacio urbano. Un hombre de aspecto sucio, de ropas ciertamente normales, acudía con un carrito de la compra al que parece ser su supermercado diario: el cubo de la basura. Todas las mañanas nos desayunamos con grandes cifras que parecen anunciar el fin del mundo, del país, de todo lo que conocemos. Tertulianos de profesión -recomiendo leer 'El Hijo Rojo' y su entrada de hoy sobre tertulianos, pese a ser del palo comunista- nos anuncian las hecatombes mundiales que pondrán fin al capitalismo brutal, las siete plagas bíblicas que acabarán con este mundo del neoliberalismo -¿con Estados cada vez más abultados?- e instaurarán el reino en la tierra del 'buenismo'. Sin embargo, la realidad es más cruda.

Como si de 1984 se tratase, las grandes cifras macroeconómicas y la 'Champions League' de las economías europeas no ocultan una situación gravísima: gentes que deben rebuscar entre la basura, los desperdicios de sus semejantes para poder mantenerse. No sale en las noticias, no realizan los grandes partidos políticos debates políticos sobre cómo ayudar a esa persona, a ese ciudadano que vale igual o más que cada uno que nosotros, a que salga de esa horrenda situación.

Mientras tanto, nuestro Presidente -mañana le toca recibir a él- se dedica a salvar bancos -¿pero no estábamos preparados contra la crisis?- a golpe de talonario. Y el resto hemos venido a aplaudir. "Espero un sí sin peros y sin condiciones"; yo aún tengo apego a mi Razón.

País y .

lunes, 6 de octubre de 2008

Güemes "El Hermoso" y Madrid

Con las licencias históricas pertinentes, bajo el anonimato del blog -pretendido, aunque no cierto- y con mucho conocimiento de lo que ocurre en el seno del feudo de Güemes "El Hermoso", me dispongo a hablar de la toma de Madrid por las fuerzas del "negocio", el oportunismo y la desfachatez.

Güemes "El Hermoso", casado -metafóricamente, sus relaciones pican más alto con la "Mediterraneum Connection"- con Lady Stone, desembarcó en ese matrimonio de conveniencia en el 2004, cuando fue nombrado Consejero de Empleo y Mujer. No obstante, el post de hoy se centra en preguntarnos por qué, por qué Lady Stone manda a gente capaz a ese puesto, más parecido a un acantilado escarpado que a un cómodo sillón de cuero, en el que se ha convertido la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Este hombre, licenciado en Ciencias Empresariales por la Complutense no ha tenido otra ocurrencia que abrir la veda del negocio en la sanidad pública madrileña. Sanidad saturada, cercana al colapso y que, tras la supresión prevista en los Presupuestos Generales del Estado de las "entidades colaboradoras" estará aún más masificada. "El Hermoso" comienza su travesía hacia la capital de un imperio que se está gestando, Madrid, y comienza a repartir dádivas entre nobles que pudieren serle afines. Nada mejor que abrir al negocio lo que debiera ser una de las dos vacas sagradas de cualquier reino que se precie: sanidad y educación.

Nadie dice que no se invierta en Sanidad. Bueno, sí hay quien lo dice, los fernandinos que ven cómo su poder se ve desplazado hacia sus feudos tradicionales y ven cómo la capital imperial cae en manos de la nobleza filoflamenca, sin embargo, algo funciona mal en la Sanidad de Madrid. Masificaciones, descontento, saturación del personal, etc. ¿Por qué no se renueva a los médicos interinos? ¿Por qué no se convocan nuevas plazas para personal sanitario? ¿Por qué los nuevos hospitales permanecen aún con cierto caos casi siete meses después de su inauguración?

La culpa no es del pueblo llano que, ignorante, acude antes a urgencias que al ambulatorio -donde al campesino le desviarán a urgencias igualmente-, la culpa no es de un personal médico sobrecargado y saturado -aunque este tema daría mucho que hablar, si queréis lo tratamos en cualquier momento- y, mucho menos, la culpa es de falta de inversión. Madrid es la Comunidad Autónoma que más dinero invierte en la sanidad ergo, ¿dónde está el truco?

Evidentemente, en esa filia por lo privado, por desmantelar el tejido público -sea cual sea- de nuestra región, a cualquier precio y por principio universal. Los ayudantes de cámara de Lady Stone y "El Bello" quizás se formaron en alguna preciadísima y honorabilísima universidad extranjera, poseen preciosos títulos académicos y sean unos excelentes ilustrados sobre la economía de nuestra pequeña región, sin embargo, no alcanzaron a comprender las esencias del liberalismo que se dice defender.

Madrid, pionera en reconocer libertades que otros toman por "políticas reaccionarias" de forma cínica y absurda, no puede ser menos en reconocer ya no sólo una libertad -la de elegir la sanidad que queremos- sino la de reconocer un derecho: el poseer una sanidad pública de primer nivel. La sanidad pública, por universal, debe gozar de toda la protección de la Comunidad y del Estado porque, atendiendo a la filosofía de John Stuart Mill -primera pero no última vez que lo menciono en el blog- el liberalismo tiene, como una de sus misiones fundamentales la de expandir la mayor felicidad posible al mayor número posible de personas. Dicho esto, la sanidad pública debe recibir un impulso de respaldo y espaldarazo a sus profesionales. El incesante goteo de apoyo a lo privado, abriéndose a la inversión privada en un mundo donde debe primar la calidad del servicio a la reducción de costes, debe finalizar. Madrid debe dar ejemplo, Madrid debe dar libertad y oportunidades de negocio -no obstaculizando la apertura de centros sanitarios privados, por ejemplo- a los empresarios interesados. No a costa de la profesionalidad y empeño de los vasallos médicos del Reino.

Cientos de profesores de religión en las escuelas suponen un gasto supérfluo -la religión, a los templos-, Telemadrid supone un gasto supérfluo, agencias que proliferan por doquier en la Administración madrileña, solapándose con la Administración General del Estado suponen un gasto supérfluo. Ahorremos en otros campos. Desmantelar el sistema educativo público y desarticular la financiación pública de nuestra sanidad, no lo toleremos.

Y siempre recordemos a Abraham Lincoln: "Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacerse es no despegar los labios".

PD: Mañana, Nuevas Generaciones. Carnaza asegurada.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Hoy, a la espera

De que EEUU sea cabal